Bueno, hoy os pongo un éxito culinario en mi cocina, dado el desastre de los macarons (por cierto, ya ganan 2-0).
Os veo y os leo hacer tantas maravillas, evidentemente a todo no llego, pero el pasado puente de todos los Santos por fin me quité la espinita de la focaccia (para que veais el mogollón de recetas que tengo pendientes, algunas son de agosto :P).
Me ha encantado, pero tanto a mi marido, madre y cuñado les ha parecido que llevaba demasiada masa, a pesar de ello yo me lo anoto como éxito; ha sido inútil explicarles qué era la focaccia. Bueno, una vez hecha y verificado que me encanta, será cuestión de hacer porciones más pequeñas (individuales) las próximas veces.
Elementos del invento:
– 40 gr de levadura fresca
– 500 ml de agua mineral
– 750 gr de harina
– 3 cucharadas de aceite de oliva
– 1 cucharada de sal
– cebolla
– bacon
– orégano
Elaboración de los elementos:
Integramos la levadura en 100 ml de agua. Transcurridos diez minutos mezclamos la harina con el agua, la mezcla de levadura y agua, la sal y el aceite de oliva. Dejamos levar durante al menos hora y media.
Quitamos el aire y colocamos sobre una bandeja de hornear (yo la he rociado con el spray especial para que no se pegue, en su defecto, pintar con aceite la bandeja). Estiramos nuestra masa, presionamos con los dedos y dejamos que vuelva a levar otros 45 minutos.
Mientras leva he sofrito la cebolla un poquito. Precalentamos el horno a 220º.
Una vez que ha levado, distribuimos la cebolla por toda la focaccia y horneamos durante 20 minutos.
Transcurrido ese tiempo, añadimos el bacon y espolvoreamos orégano. Horneamos durante unos 7-8 minutos más.
Ale, a disfrutar!!!